Todas las ferias de España (Andalucía), la Fallas, los Sanfermines, el Rocío. la Semana Santa, los grandes premios de fórmula 1 o motociclismo, las pasarelas de Cibeles o Gaudí, la verbena de la paloma, el final de la Copa del Rey (con finalistas republicanos), las celebraciones de bodas, comuniones y bautizos a
tuti plén, los chiringuitos de las playas, los carnavales, las corridas de toros (públicas o privadas), las manifestaciones en Madrid... tienen gastos y contaminaciones y violaciones de derechos de los animales y propaganda: política y comercial y todo tipo de situaciones injustas, de contratos basura, de explotación de trabajadores, de ganancias de pescadores.
Se trata de manifestaciones populistas populares que permiten que el dinero se mueva de unos bolsillos a otros creando riqueza en un mundo dominado por la economía de mercado (la única que nos está permitida); que a su vez hace que nos olvidemos (por unos días sólo) de las penurias de la vida (la única que tenemos hasta que se demuestre lo contrario) que solo nos deparará una desgracia trás otra (según algunos).
Vivir no es fácil, no es fácil decidir qué hacer para que la sociedad viva feliz y contenta, crear puestos de trabajo... no es fácil. Es más fácil criticar que dar soluciones.
Casi todos aspiramos a ser ricos, a derrochar sin reparos, pero nos tenemos que conformar con menos, con sueldos de 900 euros (no yo), con jornadas de trabajo inteminables (no yo).
Propongo que se den soluciones prácticas reales para salir de la crisis. Yo aporto la primera: optimismo, que se crea que se puede salir de ella, que el dinero no se ha esfumado, que está en algún sitio (más o menos seguro), que lo tienen los que siempre lo han tenido, que lo saquen y lo pongan en juego... para que juguemos todos.