La iglesia y la hostia

Hace mucho que no entro. El trabajo, la obra de marras, que no dispongo siempre de conexión y varios etcéteras más, no me lo permiten. Tampoco os puedo leer, ni comentaros, espero que la situación se normalice antes del verano, del solar porque el climático ya llegó por estos lares hace varios días (como tardé en poder colgarla también llegó el otro... la caló) Rozamos diariamente los 40º, ya no tiene vuelta atrás.

Desde hace varios días quiero escribir. He oído una noticia, otra más del clero (del que hace tiempo que no hablo) –no la he podido escuchar bien- pero este es el asunto: En algún lugar de nuestra geografía (tierra de María Santísima) un cura se opone a dar la primera comunión (y las siguientes claro) a una niña con síndrome Down. Parece ser que no es merecedora de la hostia, que en realidad le deberían dar al cura: por paleto. Supone, este buen señor cura, que la niña no puede recibir el sacramento porque no es consciente de lo que ello significa, ni la transcendencia que tiene. Se me ocurre pensar, así de pronto, que cuando la pequeña –y yo mismo- recibimos el bautizo: obligatorio en ciertas épocas para ser considerado español, tampoco conocíamos que fuera transcendente y no por ello dejaron de “mojarnos”. Pero no es algo nuevo ni de ahora lo de negar la comunión a niños con ese síndrome, en los años 60 del siglo precedente, después del mayo francés y cuando estábamos a punto de llegar a la Luna, el cura de nuestro pueblo, que era don-ostiarra (es un chiste… malo), ya se oponía a lo mismo con otra niña vecina. Hemos progresado poco en 40 años, en una tierra en que los curas aceptan que los equipos deportivos agradezcan a sus santos patrones sus victorias… que los perdedores no deben tener dios que los proteja… amén. Por cierto: ¿qué habrá hecho don Manué (Lopera) con la estampadergranpodé?...